Hoy día, es importantísimo
que como ciudadanos y futuros periodistas, utilicemos Internet y sus infinitas
posibilidades, con la responsabilidad social que conlleva nuestro quehacer
diario y profesión, y es que en la actualidad grandes marcas como Google,
Facebook, Youtube, Instagram u otros, lucran de manera totalmente descarada e
invasiva, con nuestros datos, vendiéndolos al mejor postor. La lógica de las “cookies”
es perversa, y cada una de las cosas que publicamos, buscamos, o seguimos en la
red y nuestras redes sociales, se va directo a una gran base de datos distribuida
entre Estados Unidos e Inglaterra (Caso Snowden) -que no es más que una
herramienta más de los poderes fácticos- para ejercer de manera sutil, pero no
menos grave y opresiva, un control sobre su gobernados y sus dinámicas, no sólo
como consumidores, sino también como seres humanos. Esto representa una grave violación
a nuestra intimidad y libertad como ciudadanos, y además se convierte, en una
llave de fácil acceso a toda nuestra vida, por lo que en caso de que
representemos una amenaza con nuestras publicaciones o acciones, para el
sistema dominante, seremos “presa fácil”, ubicable y vulnerable, ante ataques. Además,
esta lógica condiciona los resultados de nuestra búsqueda en la red, por lo que
algoritmos informáticos abstractos -de Google, Yahoo, u otros-, y nuestros
patrones y hábitos de navegación, determinan qué vemos y qué no vemos, qué es “importante”
y qué no lo es. De esta manera, las probabilidades de que nuestro consumo informativo
sea sesgado, aumentan, de allí también la urgencia de que dimensionemos este
fenómeno, y nos hagamos con estrategias que nos ayuden a realizar búsquedas más
exhaustivas y con mayor sentido, hacia lo que queremos buscar, para la
posterior publicación. Porque finalmente se trata de que lo que comuniquemos,
se convierta en una herramienta con impacto positivo en el debate y razonar
público. Se trata pues, de que la información se convierta en conocimiento y la
reflexión en acción.
Otro punto importante, es el manejo de nuestras cuentas en
redes sociales, ya que al gestionar información de interés e impacto público y social,
se vuelve especialmente relevante lo que publiquemos o no, en estos espacios, o
la manera en que lo hagamos. Nuestras publicaciones tienen peso y tenemos que
estar a la altura de esta responsabilidad, no caigamos en la trampa de la inmediatez
o el lucimiento individual, y prioricemos los valores del buen periodismo: precisión,
contraste, verificación, información integral y con sentido, contextualización,
etc.…Entendamos también, que si bien somos personas y/o periodistas con un
criterio y sentido analítico propio, al formar parte de un medio, lo que publiquemos
en nuestros espacios “personales-públicos”, lleva también el peso de esa marca -y toda la confianza que la ciudadanía tiene en ese medio- por lo que todo
aquello que publiquemos en nuestra cuenta personal de Facebook o Twitter, será
potencialmente replicable y público desde que presionamos “Enter” -y así con
todas las repercusiones que esto pudiera o no, conllevar-. Se trata finalmente, de utilizar con suma responsabilidad
y cuidado, las herramientas que tenemos para ejercer nuestra profesión. Se
trata de ser conscientes del gran poder del flujo informativo, para bien y para
mal, y de la importancia que tiene la jerarquización,
el buen juicio y el orden, en un mundo caótico y con ciudadanos y
problemáticas, ávidos de sentido y entendimiento.
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