viernes, 27 de marzo de 2015

Huella digital-Luis Octavio Hernández Janacua

Hoy día, es importantísimo que como ciudadanos y futuros periodistas, utilicemos Internet y sus infinitas posibilidades, con la responsabilidad social que conlleva nuestro quehacer diario y profesión, y es que en la actualidad grandes marcas como Google, Facebook, Youtube, Instagram u otros, lucran de manera totalmente descarada e invasiva, con nuestros datos, vendiéndolos al mejor postor. La lógica de las “cookies” es perversa, y cada una de las cosas que publicamos, buscamos, o seguimos en la red y nuestras redes sociales, se va directo a una gran base de datos distribuida entre Estados Unidos e Inglaterra (Caso Snowden) -que no es más que una herramienta más de los poderes fácticos- para ejercer de manera sutil, pero no menos grave y opresiva, un control sobre su gobernados y sus dinámicas, no sólo como consumidores, sino también como seres humanos. Esto representa una grave violación a nuestra intimidad y libertad como ciudadanos, y además se convierte, en una llave de fácil acceso a toda nuestra vida, por lo que en caso de que representemos una amenaza con nuestras publicaciones o acciones, para el sistema dominante, seremos “presa fácil”, ubicable y vulnerable, ante ataques. Además, esta lógica condiciona los resultados de nuestra búsqueda en la red, por lo que algoritmos informáticos abstractos -de Google, Yahoo, u otros-, y nuestros patrones y hábitos de navegación, determinan qué vemos y qué no vemos, qué es “importante” y qué no lo es. De esta manera, las probabilidades de que nuestro consumo informativo sea sesgado, aumentan, de allí también la urgencia de que dimensionemos este fenómeno, y nos hagamos con estrategias que nos ayuden a realizar búsquedas más exhaustivas y con mayor sentido, hacia lo que queremos buscar, para la posterior publicación. Porque finalmente se trata de que lo que comuniquemos, se convierta en una herramienta con impacto positivo en el debate y razonar público. Se trata pues, de que la información se convierta en conocimiento y la reflexión en acción. 

Otro punto importante, es el manejo de nuestras cuentas en redes sociales, ya que al gestionar información de interés e impacto público y social, se vuelve especialmente relevante lo que publiquemos o no, en estos espacios, o la manera en que lo hagamos. Nuestras publicaciones tienen peso y tenemos que estar a la altura de esta responsabilidad, no caigamos en la trampa de la inmediatez o el lucimiento individual, y prioricemos los valores del buen periodismo: precisión, contraste, verificación, información integral y con sentido, contextualización, etc.…Entendamos también, que si bien somos personas y/o periodistas con un criterio y sentido analítico propio, al formar parte de un medio, lo que publiquemos en nuestros espacios “personales-públicos”, lleva también el peso de esa marca -y toda la confianza que la ciudadanía tiene en ese medio- por lo que todo aquello que publiquemos en nuestra cuenta personal de Facebook o Twitter, será potencialmente replicable y público desde que presionamos “Enter” -y así con todas las repercusiones que esto pudiera o no, conllevar-.  Se trata finalmente, de utilizar con suma responsabilidad y cuidado, las herramientas que tenemos para ejercer nuestra profesión. Se trata de ser conscientes del gran poder del flujo informativo, para bien y para mal, y de la importancia  que tiene la jerarquización, el buen juicio y el orden, en un mundo caótico y con ciudadanos y problemáticas, ávidos de sentido y entendimiento.  

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